En los últimos años, el fútbol femenino en Chile ha dado un salto cualitativo notable, tanto en nivel de juego como en visibilidad. A medida que crecen los campeonatos y aumentan las transmisiones, también emergen jóvenes promesas que representan el futuro de este deporte a nivel nacional e internacional.
Una de las principales revelaciones es Ámbar Figueroa, delantera de Colo-Colo Sub 19, que ya ha sido convocada a la selección juvenil y destaca por su velocidad y precisión frente al arco. Otra figura en ascenso es Antonia Alarcón, mediocampista de Universidad de Chile, reconocida por su visión de juego y madurez táctica a pesar de su corta edad.
Estas jugadoras son parte de una generación que se ha formado en un contexto distinto al de sus antecesoras. Con mayor acceso a competencias formales, cuerpos técnicos especializados y referentes consolidadas como Christiane Endler, las jóvenes futbolistas chilenas hoy sueñan con llegar al profesionalismo y jugar en ligas extranjeras.
Los clubes también han comenzado a invertir en sus ramas femeninas. La ANFP ha impulsado regulaciones que exigen mayor profesionalización, como la contratación de cuerpos médicos y la realización de entrenamientos en condiciones dignas. Sin embargo, aún queda mucho por hacer en materia de salarios, contratos y visibilidad mediática.
El trabajo en las selecciones menores también ha sido clave. Torneos como el Sudamericano Sub 17 o Sub 20 permiten medir el nivel de las jugadoras y proyectar sus carreras. El crecimiento del fútbol femenino chileno no es casual, sino resultado de esfuerzos sostenidos desde diferentes frentes.
En definitiva, las nuevas promesas del fútbol femenino en Chile son reflejo de una transformación estructural que apenas comienza. Su talento, combinado con mayores oportunidades y apoyo institucional, puede llevar al país a consolidarse como potencia regional en esta disciplina.